martes, 22 de abril de 2014

De la cultura populista y otros demonios.


Hoy, siendo tan solo las 7:30 de la mañana, viví dos episodios que hablan por sí solos del comportamiento típico de la sociedad colombiana. De camino al sitio de trabajo, el trancón del sector de Sameco se había alargado unos 500 metros, me preguntaba por qué mientras me introducía en él y tristemente todo se trataba de una romería de peatones y motociclistas (de carros no, porque los acaban a "madrazos") recostados sobre la baranda de un puente, observando el levantamiento de un cadáver ¿Cómo es posible que se forme semejante trancón, solo porque algunos "faranduleros" satisfagan su hambre de morbo y como consecuencia, agudicen el problema de movilidad?

Todavía no terminaba de asimilar tan inexplicable acontecimiento y ya había iniciado otro similar. Llegando a mi trabajo, me esperaba un grupo de policías a la entrada, un líder político (politiquero, diría yo) visitaba las instalaciones donde laboro, el esquema de seguridad del expresidente y senador electo Álvaro Uribe fue evidente tres cuadras antes y la requisa era obligatoria al ingreso. Pero eso fue lo de menos, como nunca antes había visto, los vecinos compañeros ya habían llegado, la expectativa por ver al político se sentía por todo lado, los comentarios iban y venían, los deseos de saludarlo y tener un registro fotográfico con él desbordaban y hasta el más timorato respiraba emotivamente por la expectativa de ver al político.

Aunque ambigüos o mejor, disímiles, estos eventos tienen un punto de convergencia: El reflejo de la sociedad colombiana, que idolatra el populismo sin importar de donde venga. "Pa'donde va Vicente, pa'donde va la gente", es un dicho muy bien dicho para contextualizar el diario vivir de los colombianos. No basta con el desbordado amarillismo en los noticieros de los canales privados, no es suficiente con el Q'hubo o el Extra, hay que ir y ver el muerto, así lleguen tarde al trabajo, no importa. Tampoco es suficiente la falta de dignidad y el trasegar politiquero del expresidente, o su particular manera de responder a los que lo cuestionan, no señor, hay que tomarse la foto con él, hay que saludarlo emotivamente, sonreír ante sus comentarios, no importa si incita a su público a proponerle a Armando Benedetti que golpee a Maria Fernanda Cabal debido al rifirrafe del momento, lo más irónico fue  escuchar las sonrisas femeninas después de esta afirmación, eso si que no lo entenderé. Como diría mi madre: "Allí estamos pintados", por falta de criterio y conocimiento nos dejamos dominar por la naturaleza amarillista, por la cultura populista y por otros demonios.