miércoles, 29 de mayo de 2013

Que tal, una alianza por la seguridad.

La Séptima Cumbre de la Alianza del Pacífico, esfuerzo por la integración económica, social y política entre Chile, Colombia, México y Perú, que se realizó en nuestra ciudad trajo consigo varios elementos positivos como el impulso comercial del conglomerado turístico y por ende, el aumento del empleo. Aunque este punto es de inmensa relevancia, no es tan llamativo como la seguridad que demandó el evento. Desde el domingo en la tarde empecé a percibir los movimientos de la policía en la ciudad, una caravana de carros y motos de la entidad llegaba a la ciudad desde Palmira despertando curiosidad en las personas y algo de romería se acercó para visualizar los llamativos vehículos, especialmente las motos. También, en los alrededores de la base aérea se oía y veía las aeronaves despegando y realizando rondas por toda la ciudad; la situación fue tal, que motivó a los medios de comunicación cubrir el preámbulo de los dispositivos que la fuerza pública realizaría para garantizar la seguridad.

Compañeros, allegados, vecinos, mejor dicho, casi todas las personas con las que compartí tiempo por esos días hablaban de la presencia de policía por todos lados más que de la misma cumbre, que hay policías en cada semáforo de la ciudad, que en sus elegantes motos recorren las principales vías, que la policía militar custodiando el paso de las comitivas y lugares de reunión, que los de la fuerza aérea con presencia en los barrios que rodean la base Marco Fidel Suarez y que hasta en Buenaventura, había un buque de la armada monitoreando el espacio aéreo de toda la región. En conclusión, no había operativos de la infantería de marina en la ciudad porque no dependemos de la navegación para comunicarnos (bueno, faltaría consultar si se realizaron operativos en el río Cauca).

Acerca del tema, un oyente de una emisora nacional comentó al aire que se percibía un ambiente de seguridad elegante en Cali y sarcásticamente, preguntó si ese ambiente se conservaría cuando terminara la cumbre. Sentir compartido con el colectivo ciudadano que anhela utópicamente (no porque sea imposible) que la brisa pasajera de seguridad se hospede en la sultana del Valle. Al respecto, el Capítulo séptimo (vaya coincidencia) de nuestra Constitución Política trata lo relacionado con la fuerza pública y deja explícito en el Artículo 218 que la Policía Nacional tiene como fin primordial mantener “las condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos y libertades públicas, y para asegurar que los habitantes de Colombia convivan en paz”; entonces todos nos preguntamos: ¿Es necesario un evento de tal alcance para que se desplieguen operativos de seguridad de esa magnitud en nuestra ciudad? ¿No merecemos que la fuerza pública de nuestro país se esfuerce por brindarnos tales derechos? O ¿Tiene más derecho una persona extranjera a ejercer sus libertades públicas en nuestro país, que los propios habitantes (tal vez, es un reflejo de nuestra falta de identidad)?

No es que desacredite las acciones para brindarle seguridad a los huéspedes, ni más faltaba, pero me da lástima la evidente negligencia de las autoridades para asegurar que los habitantes de Colombia convivan en paz. ¿Por qué no se realizan estos operativos de manera aleatoria en Bogotá, Medellín, Cali y las ciudades intermedias durante todo el año para disminuir la inseguridad? ¿Son más importantes los asistentes a la cumbre que los habitantes de Cali y en general, de Colombia? ¿Vale más el "que dirán" internacional, que lo que digan los propios colombianos acerca de la seguridad en su país? Ahora bien, es obvio que con la presencia y ejercicio de la fuerza pública no va a componer el desquebrajado tejido social de tal manera que elimine la inseguridad, pero sí se mejoraría, como lo estamos sintiendo por estos días e imagínese  si esos operativos se acompañaran de programas sociales de fondo (educación, promoción de cultura, del deporte, de equidad), a mediano plazo mantendríamos en un constante ambiente de cumbre y sin tanto policía. Que tal, una alianza por la seguridad.

viernes, 10 de mayo de 2013

Sacramento o Excusa


De todo lo que vemos y escuchamos a diario hay cosas que generan asombro, algunas admiración, otras disgusto o por lo menos, algo de curiosidad nos ronda la cabeza. El fin de semana tuve una revoltura de todas esas emociones por la celebración de un bautismo cerca de mi casa; desde la noche anterior se escuchaban susurros de reunión, de fiesta, de "furrusca", un pronóstico similar a aquellas tardes cuando levemente se oscurece y uno presume que lloverá. Efectivamente, cuando salí a pasear mi mascota en la mañana, gente iba y venía en el parque, se escuchaba el equipo de sonido a prueba, las sillas estaba alrededor del kiosco y la decoración denotaba el motivo. 

Más tarde inició la celebración mientras descansaba en mi casa, el equipo de sonido en su máxima expresión (bueno, tal vez no, pero como la bulla para todos me incomoda) evidenció la apertura del evento y de inmediato una cascada de pensamientos llegaron a mi mente: ¿Por qué hacen tanto ruido? ¿A todos no nos gusta lo que ellos están oyendo? Sin dejarme persuadir por esa incomodidad, seguí serenamente inquieto pero aun así, no pararon los cuestionamientos en mi mente al enterarme que los vecinos estaban celebrando el bautismo de su pequeña: Bueno, están celebrando un bautismo y ¿Será que en la iglesia les enseñan el significado que tiene el bautismo? ¿Será que no lo han entendido o no lo han querido entender? O, ¿Será que no les indican cómo se debe celebrar? Después, reflexioné que mi opinión con respecto a estos temas puede estar un poco sesgada e intenté no pensar más en eso.


No obstante, soltando mis criterios subjetivos, averigüé el significado de bautismo y me encontré en Internet que el catecismo de la Iglesia Católica lo define como "el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el Espíritu y la puerta de acceso a los otros Sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y hechos partícipes de su misión". Quedé sorprendido y con más inquietudes en mi mente, pero al menos, encontré una respuesta objetiva al principal cuestionamiento y como toda respuesta objetiva, no es cerrada. Concluí que son pocos los católicos que realmente practican los sacramentos de la institución religiosa romana tal cual y que la mayoría, no conoce a fondo lo que pretenden practicar. También, que la iglesia no le ha interesado infundir sus criterios religiosos en sus cuasi creyentes, que no está interesada en enseñarles que una actividad sacramental no se celebra con música a todo volumen llena de mensajes incompatibles con los cánones católicos, con licor y el resto de ademanes de toda fiesta tipo en nuestro país.

Por último, me atrevía a opinar que si el conglomerado de católicos leyeran, si al menos leyeran la definición de bautismo, entenderían que la iglesia católica lo estima como el fundamento y el camino a la liberación del pecado, no la excusa para embriagarse, jactarse, ostentar ante el prójimo y demás transacciones sociales poco o nada morales para los creyentes. Lastimosamente, para la inmensa fila de cuasi creyentes, llámese bautismo, primera comunión, confirmación o matrimonio, el factor común es una fiesta donde los valores católico-cristianos parecen no ser el motivo de celebración sino el pretexto para la "furrusca".