La
Séptima
Cumbre de la Alianza del Pacífico, esfuerzo por la integración
económica, social y política entre Chile, Colombia, México y Perú, que
se realizó en
nuestra ciudad trajo consigo varios elementos positivos como el impulso
comercial del conglomerado turístico y por ende, el aumento del empleo.
Aunque este punto es de inmensa relevancia, no es tan llamativo como la
seguridad que demandó el evento. Desde el domingo en la tarde empecé a
percibir
los movimientos de la policía en la ciudad, una caravana de carros y
motos de
la entidad llegaba a la ciudad desde Palmira despertando curiosidad en
las
personas y algo de romería se acercó para visualizar los llamativos
vehículos,
especialmente las motos. También, en los alrededores de la base aérea se
oía y
veía las aeronaves despegando y realizando rondas por toda la ciudad; la
situación fue tal, que motivó a los medios de comunicación cubrir el
preámbulo de los dispositivos que la fuerza pública realizaría para
garantizar la seguridad.
Compañeros,
allegados,
vecinos, mejor dicho, casi todas las personas con las que compartí
tiempo por esos días hablaban de la presencia de policía por todos
lados más que de la misma cumbre, que hay policías en cada semáforo de
la ciudad, que en sus elegantes
motos recorren las principales vías, que la policía militar custodiando
el paso de las
comitivas y lugares de reunión, que los de la fuerza aérea con presencia
en los
barrios que rodean la base Marco Fidel Suarez y que hasta en
Buenaventura, había un
buque de la armada monitoreando el espacio aéreo de toda la región. En
conclusión, no había operativos de la infantería de marina en la ciudad
porque no dependemos de la navegación para comunicarnos (bueno,
faltaría consultar si se realizaron operativos en el río Cauca).
Acerca
del tema, un oyente de una emisora nacional comentó al aire que se percibía un
ambiente de seguridad elegante en Cali y sarcásticamente, preguntó si ese
ambiente se conservaría cuando terminara la cumbre. Sentir compartido con el
colectivo ciudadano que anhela utópicamente (no porque sea imposible) que la brisa
pasajera de seguridad se hospede en la
sultana del Valle. Al respecto, el Capítulo séptimo (vaya coincidencia) de nuestra
Constitución Política trata lo relacionado con la fuerza pública y deja explícito
en el Artículo 218 que la Policía Nacional tiene como fin primordial mantener “las condiciones necesarias para el
ejercicio de los derechos y libertades públicas, y para asegurar que los
habitantes de Colombia convivan en paz”; entonces todos nos preguntamos: ¿Es
necesario un evento de tal alcance para que se desplieguen operativos de
seguridad de esa magnitud en nuestra ciudad? ¿No merecemos que la fuerza
pública de nuestro país se esfuerce por brindarnos tales derechos? O ¿Tiene más
derecho una persona extranjera a ejercer sus libertades públicas en nuestro
país, que los propios habitantes (tal vez, es un reflejo de nuestra falta de
identidad)?
No es que desacredite las acciones para brindarle
seguridad a los huéspedes, ni más faltaba, pero me da lástima la evidente negligencia
de las autoridades para asegurar que los habitantes de Colombia convivan en paz.
¿Por qué no se realizan estos operativos de manera aleatoria en Bogotá,
Medellín, Cali y las ciudades intermedias durante todo el año para disminuir la inseguridad? ¿Son
más importantes los asistentes a la cumbre que los habitantes de Cali y en
general, de Colombia? ¿Vale más el "que dirán" internacional, que lo
que digan los propios colombianos acerca de la seguridad en su país? Ahora
bien, es obvio que con la presencia y ejercicio de la fuerza pública no va a
componer el desquebrajado tejido social de tal manera que elimine la
inseguridad, pero sí se mejoraría, como lo estamos sintiendo por estos
días e imagínese si esos operativos se acompañaran de programas sociales de fondo (educación, promoción
de cultura, del deporte, de equidad), a mediano plazo mantendríamos
en un constante ambiente de cumbre y sin tanto policía. Que tal, una alianza por la seguridad.
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